miércoles, 17 de julio de 2013

Alumnos variopintos. 1- El alumno llorón

Buenas y frescas mañanas.

¡Hoy estreno una sección!
Como supongo que le pasa a tantos otros bloggeros, tengo unos cuantos sitios de referencia que leo con asiduidad. Los hay que sigo por su contenido, y otros por su forma.
Uno de los que me divierte bastante es el de hijanohaymasqueuna.blogspot.com.es. Una de las ideas de este blog tan entretenido es el de describir los "tipos de madre". Y se me ocurrió hacer algo parecido con los "tipos de alumno".

Antes que nada, me gustaría aclarar que esto de establecer prototipos al final no se ajusta a ningún alumno en particular. Seguro que todos hemos tenido, como alumnos, una mezcla de algunos, y absolutamente nada de otros. Como siempre, lo primero que espero es que os animeis a participar.

Pues bien, como con alguno hay que empezar, el primero va a ser el "alumno llorón".

El alumno llorón no siempre llora. Sólo llora literalmente hablando, en los primeros años de su aprendizaje. Más o menos, hasta los 8 o 9 años, que es cuando está en todo su esplendor. A lo mejor, el primer día llora porque "es que es muy difícil, buaaaaa". Y si es de los primeros alumnos llorones que has tenido, lo normal es que pienses "me he pasado, está claro. Le tenía que haber puesto algo más facilito". Pues no. Con el tiempo aprendes que el alumno llorón siempre verá la dificultad. Incluso el día que consigue hacerlo perfecto, pondrá morritos y dirá algo como "pero esto no lo hacemos nunca más, que es muy difícil".

Cuando el alumno llorón pasa de los 10 años y hasta la preadolescencia, los morritos persisten, pero ya no llora, claro. Que eso es de enanos y ellos ya son mayores. Simplemente dice, antes de leer siquiera la partitura "buf, esto es muy difícil". Y le dices "lo empezamos. Si vemos que te cuesta mucho, le quitamos esas octavas que no te gustan, o le cambio el acompañamiento, o te hago otro arreglo más fácil, ¿vale?". Da igual. Ya le puedes poner cuatro redondas en todo el folio, sabiendo que ha hecho cosas muuuucho más difíciles, que como va predispuesto, se va a equivocar y entonces los morros van a ser mayores: "¿ves? hasta en esto tan fácil me equivoco" y le ves hacer una fuerza inmensa para no empezar a llorar a moco tendido como hacía de pequeñín.

Cuando pasa de los 13 años, la historia va evolucionando y vienen tan predispuestos a equivocarse que entran por la puerta diciendo algo como: "vengo muy nervioso, que he tenido examen. Y la partitura que me diste es muy difícil, que la intenté hacer en mi casa y suena muy mal. Y no te enfades, pero la clase va a ser un desastre...". Así, con esa energía positiva. Y dices: "a veeeeer, si llevas tocando la partitura un mes, ¿cómo va a sonar mal de repente?". Y empieza. Y sin entender de qué manera, porque la pasada semana la llevaba prácticamente de memoria, la criatura está leyendo de repente la mano izquierda en clave de sol, o está tocando con la derecha lo de la izquierda y viceversa, o se le olvida que existen los sostenidos, o cualquier otra cosa que siempre es mucho más difícil que tocar lo que pone en la partitura. Te aguantas la risa, porque no es plan de partirte la caja en su cara, con el sufrimiento que traen. Le explicas el error, y después del pasmo, vuelven a tocarla bien (como hace una semana, más o menos). Y a partir de ahí, se puede continuar con la clase.
Hay que matizar, que de los 12 a los 16, más o menos, casi todos hemos tenido un puntito de alumnos llorones; supongo que serán las inseguridades de la edad.

Aunque sea muy goloso lo de echarle la culpa a los padres, esto no coincide siempre. Es verdad que hay casos en los que te das cuenta de que el motivo principal tiene casi 40 primaveras, y te dan ganas de darle una colleja de las que te pica mucho la mano. Una vez, un niño lloraba porque no le salía (normal, era de los que no repasa dos notas aunque tenga una audición al día siguiente). Yo le decía "no pasa nada. No has estudiado en casa, pero lo podemos repasar aquí"; pero claro, no se acordaba ni de dónde se ponían las manos. Total, que entra el papaíto deshecho al ver al nene tan compungido, y dice "es que él es muy perfeccionista...". En estos casos, extrañamente, controlo mi habitual ataque de risa. Pero no todos los casos son así. Hay padres que ante la misma situación dicen "eso te pasa por no repasar. Pero vamos, tampoco hay que hacer un drama", y sin embargo tienen un niño llorón. Qué se le va a hacer...

¿Qué hacer en clase? Al menos por lo que yo he podido comprobar, intentar convencerle de que lo que tiene delante está a su alcance, no funciona demasiado. Casi es mejor decirle "tienes razón, es muy difícil". Y como no ha llegado a empezar, le sacas otro arreglo, idéntico, donde pone en el título "Doraemon. Versión muy fácil". Esto sólo sirve para los primeros años. Normalmente, el llorón baja un poco la guardia, o la intensidad del llanto. Y ahí se puede empezar, siempre muy despacio, claro.
Cuando van creciendo, es casi mejor ignorar los comentarios negativos y decir "veeenga, empieeeeza". Y sobretodo, mantener muuuuuucho la calma. A veces, hasta me he permitido partirme de risa y si era mayor de 12 años, se ha reído el alumno llorón también. Hay que intentar darle unas pautas muy claras. Muchos pasos previos antes de intentar leer toda la partitura, para que vayan muy preparados. Y lo fundamental: kilos de paciencia y de tiempo...

¿Y vosotros? ¿Habeis tenido alumnos llorones?


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