domingo, 8 de septiembre de 2013

Vuelta al cole

¡Por fin!

Septiembre ya está aquí. Hoy concluye la primera semana del curso. En el País Multicolor ya hemos empezado con las clases. Ha sido una locura de semana; entre horarios, alumnos nuevos, matrículas y cambios de aula vamos todos como locos. Este curso, el País Multicolor tiene menos espacio, y nos han cambiado a un aula/zulo sin ventanas. Pero no se está mal del todo. Vuelvo a tener un armario para mí sola, el piano que suena decente y el clave. Y sobretodo, muchos alumnos. Cuarenta y cuatro en total. La variedad de este año supera todas las expectativas; de los 3 a los 70 años. Yo estaba deseando empezar (consciente de que cuando empiece todo el mogollón estaré soñando con el próximo mes de julio).

La señal de que todo fue bien el curso pasado es que los padres me cuentan que los niños tenían muchísimas ganas de empezar otra vez a tocar. Vienen a clase, el primer día, diciendo "profe, ¿este año qué traes? ¿tienes partituras nuevas? ¿puedo tocar otra vez la de Dora la Exploradora en la audición?". Y yo me parto de la risa. Faltan 3 meses para la audición y ya quieren empezar a preparar algo. Además, este año tengo muchos hermanitos pequeños de alumnos que ya llevan algún curso, que quieren empezar a tocar. Resulta que en casa han aprendido notas y nombres de dedos porque juegan a ser "profes de piano" y vienen motivadísimos.
Es la semana de elegir libros. No me acaba de gustar ninguno, pero es necesario tener un material accesible para que lean bastante música, adaptada a su nivel, y que no siempre la conozcan. Tocar música conocida es maravilloso y motivador, pero no les obliga a pensar la medida ni a escuchar melodías nuevas.

Este año me propongo nuevos retos. Como a final de curso pretendo hacer recuento de lo conseguido y lo que no, los enumero, a ver cuantos cumplo:
  • Quiero profundizar un poco más en la técnica, sobre todo en cuestión de relajación, con los alumnos que tienen 10 años o más. Desde luego que también lo veré con los más pequeños, pero no debo despistarme con los que ya conozco bastante. A algunos les ha llegado el momento de concentrarse más en este tipo de detalles. Y por supuesto, unido a esto está la búsqueda del sonido de calidad.
  • La creatividad. Con los más pequeños, hace tiempo que hago el juego de "inventar", para que empiecen a explorar con el teclado de manera libre, pero ofreciendo pequeños ejemplos para que sigan buscando por distintos caminos. Llega la hora de pedir a los que ya saben hacer dos acordes, que intenten inventar una canción. Con su melodía y su acompañamiento. A lo mejor tengo que buscar alguna excusa para los menos lanzados. Algo se me ocurrirá...Pero veo fundamental que empiecen a usar la música como medio de expresión propio.
  • Escuchar nuevas músicas. Esto se me hace difícil, sobretodo porque es media hora de clase. Pero lo veo muy necesario. Aunque sean 5 minutos. Los 5 primeros. A lo mejor puedo ponerla de fondo mientras hacemos algo; ejercicios simples de calentamiento, o simplemente ir sacando la partitura y sentándose en el piano.
  • Tocar con otros. Esto también es complicado, porque la agenda de un niño es peor que la de un adulto. Pero habrá que probar...Puede ser con arreglos a 4 manos, o acompañando a otro instrumento. En fin...más arreglos nuevos.
Y hay mucho más, pero como se trata de ser algo realista, por aquí se puede empezar.
Bienvenidos al nuevo curso. A alumnos, profesores, y a todo el que como yo, sienta que septiembre es el més en el que empieza el nuevo año.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Enseñar a niños grandes

¡Buenos días a tod@s!

Vuelvo en pleno calor estival para hablar un poco de un tipo especial de alumnado: los adultos.
Así es, en el País Multicolor no todo son enanos. También hay adultos que deciden empezar a tocar el piano y es un grupo aún más variopinto que el de los niños.

Lo más intrigante y variado son las razones por las que quieren tocar. Hay adultos que vienen porque su hijo está aprendiendo también a tocar, y aunque siempre les ha gustado, ahora tienen la excusa perfecta. He tenido varias mujeres jóvenes embarazadas que se quedan de pronto sin nada que hacer y se aburren. Gente adolescente que quiere tocar porque ha visto en una película de vampiritos que el protagonista toca el piano y "mola un montón". Y tengo también gente jubilada que siempre ha querido tocar el piano, pero no han tenido tiempo antes.

Aunque el grueso del alumnado sigue estando en los niños, son también muchos los adultos que quieren probar. Los intereses cambian mucho y desde luego, los procesos de aprendizaje también. A un adulto no hay que convencerle de lo chulo que es tocar. Está deseando empezar y no le importa tener que dedicarle tiempo; más bien al revés. Casi todos se lamentan de no poder tocar más. La verdad es que dan una satisfacción especial. El tipo de música es también variadito. Los hay que sólo quieren tocar clásico; las piececitas que conocen y que siempre han escuchado cuando veían a alguien tocando el piano (el álbum de A. Magdalena, alguna sonatita de Mozart, y la cumbre de la montaña: para Elisa). Otros quieren tocar cositas "de su época". Y me traen arreglos imposibles de "Granada", "Volver, volver" o cualquier otra gloria. Como en su día ya expliqué los arreglos que les hago al niño con un cassette de gasolinera, tengo las espaldas cubiertas de partituras de este estilo.

La verdad es que encuentro pocos inconvenientes a este tipo de alumnos, pero aún así, puedo citar a algunos:
  • La cuestión del horario. Casi todos trabajan, o si son jubilados, tienen que cuidar a nietos o a padres, o cosas por el estilo. Me encuentro con horarios del tipo "¿podrías darme la clase el miércoles de 22'30 a 23'00? o ¿el sábado a las 8'00?" Que no es que me queje, que me encanta mi trabajo y tal. Pero más de 8 horas seguidas ya duelen...
  • Las tensiones. Por norma general, los adultos entienden mucho antes el solfeo. Algunos incluso, tocaron otros instrumentos. Lo malo es que eso les hace tener más prisa. Es difícil convencerles de que necesitan tocar un tiempo algunas cancioncillas que no les suenan de nada. Al tener más prisa, también cuesta más que toquen relajados.
  • El material. La mayoría de libros para principiantes son para niños. Y claro, tienen más dibujitos que notas. Ni se adaptan a su ritmo, ni a sus intereses. Encontré, eso sí, un libro para adultos principiantes de Bastien, pero no es fácil de encontrar en cualquier tienda. Me estoy planteando elaborar mi propio material...un año de estos.
Y ya no puedo citar más inconvenientes. La verdad es que son mucho más numerosas las ventajas:

  • El interés. Ya lo he mencionado. Vienen motivadísimos y con unas ganas enormes de aprender.
  • El agradecimiento. Tengo algunos alumnos adultos que siempre me dicen que su mejor momento del día es cuando se sientan a tocar. Tengo alumnos universitarios que se han ido y se han llevado su piano eléctrico para relajarse en períodos de exámenes. Madres que acaban de dar a luz y dicen que tocan suavecito para que los niños se duerman. Vamos, encuentran aplicaciones que yo ni había imaginado.
  • La identificación. Siempre me dicen que envidian mi profesión. Otros, los que sí que tienen un trabajo que les gusta, me hablan de que se nota que me gusta lo que hago, igual que a ellos. Hablamos de la família, de la crisis, de política o de cualquier otra cosa. Y eso entre tanto niño, a veces se agradece.
  • Crean un "efecto contagio" enorme. Es raro que se atrevan a tocar en una audición. Y eso lo entiendo, porque se encuentran extraños entre tanto niño. Pero si alguno toca algo un poco conocido en una audición, toda la orda de padres se acerca al acabar a darle la enhorabuena, y a decirle, casi todos, que a ellos les encantaría poder tocar el piano, que de dónde saca el tiempo, que si lleva muchos años, etc.
  • La mayoría no se apuntan muchísimos años. Como mucho, 3 o 4. Es lo que tardan en aprender a defenderse, a tocar cualquier arreglo no muy difícil y a sacar sus propias canciones. Pero tienen mucho interés y todos le dedican algo de tiempo. Realmente le sacan muchísimo partido a los años que estudian.
  • Apuntan a sus hijos. Casi todos los adultos que han tocado el piano con ese amor y entusiasmo, jamás le cogen la "manía" que he podido ver en otros adultos que estudiaron cuando eran niños en un conservatorio. Cuando tienen hijos, sobrinos o nietos, quieren que estudien música sobretodo por gusto. Llegan a comprender que el que lo quieran convertir en su profesión o no, con 7 u 8 años, no puede ser una prioridad.
  • El orgullo. Cuando empiezan, aunque yo intento quitarles esa idea de la cabeza, piensan que les va a costar muchísimo tocar una pieza. Y siempre tardan menos de lo que se esperaban. Tienen la idea preconcebida de que es muy difícil y de que a un adulto le costará el triple que a un niño. Normalmente, cuando tocan la primera canción o reciben el primer alago de sus familiares o amigos se sienten orgullosísimos.
Pues eso, que estoy encantadísima de mis niños grandes porque proporcionan sensaciones y experiencias diferente que el resto de alumnos. Y todas ellas son maravillosas.

Como muestra, ahí va un arreglo que hice de una BSO (la de Casper) para una chica que estaba embarazada, y que dice que se la toca ahora a su niña de un añito y le encanta.

viernes, 26 de julio de 2013

Tocando a 4 manos

¡Buen viernes!

Antes que nada, me gustaría enviar mis condolencias a todos los familiares de víctimas y posibles afectados por el accidente de tren de Santiago de Compostela.

Hoy voy a hablar de una novedad que he introducido en las clases, y que viene para quedarse porque los resultados han sido maravillosos.

Prácticamente todos los profesores de piano entendemos los defectos y virtudes de nuestro instrumento. La principal virtud, sobretodo a la hora de enseñar a los más pequeños, es que es un instrumento muy inmediato. Aprendes dónde está el DO, y cualquier niño le da y suena. Otra historia es la colocación de la mano, la técnica y demás; pero lo que es sacar un sonido, lo puede hacer hasta un bebé. Para mí, uno de los principales "defectos" que tiene, es que es un instrumento solitario por naturaleza. No participa en la banda, ni en la orquesta. Obviando la música moderna, las grandes formaciones de clásico no absorben ni de lejos, tantos pianistas como violinistas, flautistas, etc.

En el País Multicolor (la escuela donde trabajo) hay formaciones de todo tipo. Pero no hay música de cámara. Todas las clases de instrumento son individuales, y eso hace que mis alumnos siempre toquen solos. Como la asignatura de coro, al menos de momento, no les satisface para nada, me ví en la obligación de pensar en algo para que hiciesen música con otros.

Los primeros pasos eran hacer música "de cámara" con alumnos que tenían padres o hermanos que tocaban algún instrumento. Escribí versiones de villancicos para piano y trompeta, danzas del Cascanueces para flauta y piano, y hasta una versión del "final countdown" para clarinete y piano. Aunque lo adaptaba al nivel de cada uno, esto tenía una dificultad principal; las clases acababan dirigiéndose a los alumnos que no tocaban el piano, porque en muchos casos, hacía mucho que no tocaban nada. Como el tema se me iba de las manos, empecé a hacer arreglos a 4 manos para mis propios alumnos.
Este curso, han empezado a dar clase dos hermanos. El niño tiene 7 años y la niña, 4. Con esa diferencia de nivel, los arreglos son...en fin, peculiares. En Navidad tocaron la de "Tadeo Jones", y les hizo tanta ilusión que hasta la tocaron de nuevo en el cole. Para fin de curso eligieron la de "Doraemon". Ahí va el arreglo...
El experimento fue genial. Han aprendido a darse la entrada ellos solitos; a contar "para adentro" 1, 2 y 3 en cada compás (a medir, vamos); a desarrollar el oído armónico y escuchar la parte del otro cuando se pierden. Pero lo más importante es que han aprendido a respetarse. El mayor se enfadaba con la pequeña porque se perdía con facilidad. Y la pequeña con el mayor, porque al tener una parte más difícil, tardó más tiempo en aprendersela. Pero poco a poco se dieron cuenta que si se ayudaban en vez de estorbarse, luego disfrutaban mucho más de la audición. Los padres me contaban emocionados que habían tocado delante de toda la familia, y que llamaban a los abuelos por teléfono para que escucharan su versión...

Tengo que aclarar, con respecto al arreglo, que el niño empezaba una 8va más aguda de lo que indica su partitura. Pero es en el registro que se saben las notas (que son 4 y 7 años; aún están en iniciación).


El otro experimento del año lo protagonizan dos amiguitas de 7 años con un nivel muy parecido. Las dos empezaron las clases cuando tenían 5. Esto hace que los arreglos estén más igualados. Han hecho tres audiciones tocando a 4 manos, en las que también tocaban algo ellas solas. Se van alternando. Una hace la melodía, y otra el acompañamiento (y en la siguiente audición, al revés). Normalmente, los arreglos a 4 manos son más fáciles que lo que tocan solas, para que puedan seguirse la una a la otra. Como van juntas a gimnasia rítmica, querían tocar una de las canciones que hacen allí. Y eligieron la de "Yes, sir, she's my baby", o como ellas la conocen "mamá, cómprame unas botas".
Se lo pasaron genial. Se vistieron iguales, y se pusieron de acuerdo para saludar a la vez, darse la entrada solitas y me dijeron "profe, esta vez no te subas con nosotras al escenario, que no queda igual de bien". Los padres (los suyos y todos los demás) las veían monísimas y corearon un "Ooooh" de principio a fin. Yo estaba pendiente de que una se adelantó, y se cogieron de nuevo perfectamente. Hasta se miraron para hacer el final a la vez. Todo un éxito, vamos.

Me falta saber si los padres entienden que la lección más importante que aprenden sus hijos aquí es la de respetarse; los ritmos de aprendizaje, aún en el caso de que los niveles sean parecidos, nunca son los mismos. Musicalmente, no hace falta justificar aquí lo importante y lo bueno que es que un músico sepa adaptarse al grupo y tocar con los demás. Pero la lección realmente grande para estas personitas es entender que cada vez se equivocará uno. Y no pasa absolutamente nada.
A mí, cuando me cayó la baba a litros, fue cuando la hermanita pequeña le decía a su hermano, que era el que falló en la audición "no te preocupes. Nadie se ha dado cuenta de que te has equivocado. Y si alguien te dice algo, decimos que he sido yo, que como soy pequeñita siempre me engaño..."

Esto sí es sembrar...y los frutos son preciosos

miércoles, 17 de julio de 2013

Alumnos variopintos. 1- El alumno llorón

Buenas y frescas mañanas.

¡Hoy estreno una sección!
Como supongo que le pasa a tantos otros bloggeros, tengo unos cuantos sitios de referencia que leo con asiduidad. Los hay que sigo por su contenido, y otros por su forma.
Uno de los que me divierte bastante es el de hijanohaymasqueuna.blogspot.com.es. Una de las ideas de este blog tan entretenido es el de describir los "tipos de madre". Y se me ocurrió hacer algo parecido con los "tipos de alumno".

Antes que nada, me gustaría aclarar que esto de establecer prototipos al final no se ajusta a ningún alumno en particular. Seguro que todos hemos tenido, como alumnos, una mezcla de algunos, y absolutamente nada de otros. Como siempre, lo primero que espero es que os animeis a participar.

Pues bien, como con alguno hay que empezar, el primero va a ser el "alumno llorón".

El alumno llorón no siempre llora. Sólo llora literalmente hablando, en los primeros años de su aprendizaje. Más o menos, hasta los 8 o 9 años, que es cuando está en todo su esplendor. A lo mejor, el primer día llora porque "es que es muy difícil, buaaaaa". Y si es de los primeros alumnos llorones que has tenido, lo normal es que pienses "me he pasado, está claro. Le tenía que haber puesto algo más facilito". Pues no. Con el tiempo aprendes que el alumno llorón siempre verá la dificultad. Incluso el día que consigue hacerlo perfecto, pondrá morritos y dirá algo como "pero esto no lo hacemos nunca más, que es muy difícil".

Cuando el alumno llorón pasa de los 10 años y hasta la preadolescencia, los morritos persisten, pero ya no llora, claro. Que eso es de enanos y ellos ya son mayores. Simplemente dice, antes de leer siquiera la partitura "buf, esto es muy difícil". Y le dices "lo empezamos. Si vemos que te cuesta mucho, le quitamos esas octavas que no te gustan, o le cambio el acompañamiento, o te hago otro arreglo más fácil, ¿vale?". Da igual. Ya le puedes poner cuatro redondas en todo el folio, sabiendo que ha hecho cosas muuuucho más difíciles, que como va predispuesto, se va a equivocar y entonces los morros van a ser mayores: "¿ves? hasta en esto tan fácil me equivoco" y le ves hacer una fuerza inmensa para no empezar a llorar a moco tendido como hacía de pequeñín.

Cuando pasa de los 13 años, la historia va evolucionando y vienen tan predispuestos a equivocarse que entran por la puerta diciendo algo como: "vengo muy nervioso, que he tenido examen. Y la partitura que me diste es muy difícil, que la intenté hacer en mi casa y suena muy mal. Y no te enfades, pero la clase va a ser un desastre...". Así, con esa energía positiva. Y dices: "a veeeeer, si llevas tocando la partitura un mes, ¿cómo va a sonar mal de repente?". Y empieza. Y sin entender de qué manera, porque la pasada semana la llevaba prácticamente de memoria, la criatura está leyendo de repente la mano izquierda en clave de sol, o está tocando con la derecha lo de la izquierda y viceversa, o se le olvida que existen los sostenidos, o cualquier otra cosa que siempre es mucho más difícil que tocar lo que pone en la partitura. Te aguantas la risa, porque no es plan de partirte la caja en su cara, con el sufrimiento que traen. Le explicas el error, y después del pasmo, vuelven a tocarla bien (como hace una semana, más o menos). Y a partir de ahí, se puede continuar con la clase.
Hay que matizar, que de los 12 a los 16, más o menos, casi todos hemos tenido un puntito de alumnos llorones; supongo que serán las inseguridades de la edad.

Aunque sea muy goloso lo de echarle la culpa a los padres, esto no coincide siempre. Es verdad que hay casos en los que te das cuenta de que el motivo principal tiene casi 40 primaveras, y te dan ganas de darle una colleja de las que te pica mucho la mano. Una vez, un niño lloraba porque no le salía (normal, era de los que no repasa dos notas aunque tenga una audición al día siguiente). Yo le decía "no pasa nada. No has estudiado en casa, pero lo podemos repasar aquí"; pero claro, no se acordaba ni de dónde se ponían las manos. Total, que entra el papaíto deshecho al ver al nene tan compungido, y dice "es que él es muy perfeccionista...". En estos casos, extrañamente, controlo mi habitual ataque de risa. Pero no todos los casos son así. Hay padres que ante la misma situación dicen "eso te pasa por no repasar. Pero vamos, tampoco hay que hacer un drama", y sin embargo tienen un niño llorón. Qué se le va a hacer...

¿Qué hacer en clase? Al menos por lo que yo he podido comprobar, intentar convencerle de que lo que tiene delante está a su alcance, no funciona demasiado. Casi es mejor decirle "tienes razón, es muy difícil". Y como no ha llegado a empezar, le sacas otro arreglo, idéntico, donde pone en el título "Doraemon. Versión muy fácil". Esto sólo sirve para los primeros años. Normalmente, el llorón baja un poco la guardia, o la intensidad del llanto. Y ahí se puede empezar, siempre muy despacio, claro.
Cuando van creciendo, es casi mejor ignorar los comentarios negativos y decir "veeenga, empieeeeza". Y sobretodo, mantener muuuuuucho la calma. A veces, hasta me he permitido partirme de risa y si era mayor de 12 años, se ha reído el alumno llorón también. Hay que intentar darle unas pautas muy claras. Muchos pasos previos antes de intentar leer toda la partitura, para que vayan muy preparados. Y lo fundamental: kilos de paciencia y de tiempo...

¿Y vosotros? ¿Habeis tenido alumnos llorones?


domingo, 14 de julio de 2013

Las sinrazones del Averno

¡Buen domingo!

Ya es hora de hacer un post de los de desahogarse hasta decir basta. Hoy le toca al Averno. Es el lugar que otros llaman "Conservatorio Superior". No diré el lugar, porque lo que importa es reflexionar sobre los hechos, no despotricar contra ningún centro en particular.

Yo entré en el Averno hace bastantes años, con la esperanza de acabar mis estudios de piano. Había tenido mala suerte con los profesores oficiales, pero no me preocupaba. Tenía un profesor particular maravilloso. De esos que parecen saberlo todo, y encima era un amor. Pero el hombre era mayor y murió. El caso es que siempre recordaré con muchísimo cariño al que ha sido mi mayor referente en el piano y en la enseñanza musical. Pero claro, las comparaciones son odiosas, y ninguno de los profesores de piano que hay en el Averno se parecen en absoluto a este señor. Ocurrió algo más. Descubrí un instrumento fantástico, con un repertorio que me enganchaba cada vez más, y así fué como me pasé al clavicembalo y dejé los estudios de piano en el Averno. El nuevo profesor, el de clave, resultó ser una bestia parda tanto dando clase como tocando. Y me he reconciliado con los estudios oficiales porque estoy aprendiendo un montón. En cuanto al piano, por supuesto, me seguí formando con estupendos profesores; tanto en cursos como con clases particulares y siempre siguiendo la estela de aquel abuelito adorable que me dió clases. El caso es que sigo siendo alumna del Averno; coincido a menudo con mis estupendos compañeros de piano, con los que comencé, y otros nuevos que he conocido en el mundillo este de la música antigua. Pues bien, hasta aquí los hechos. Ahora las sinrazones.

En una ocasión, un compañero que estudiaba también con el abuelito adorable y se sacó el título de piano en el Averno, dijo "no me parece bien que se contrate a ningún profesor/a en ninguna escuela de música ni conservatorio, si no tiene el Superior". Yo flipaba. En el Averno no aprendió absolutamente nada; bueno sí, en armonía, análisis, y demás. Pero en piano, si no llega a ser por el abuelito, sería un completo zote. Le contesté lo lógico. "¿Crees que de verdad, lo que distingue a un buen profesor de piano es tener el título?¿con la de compañeros que tenemos, que han acabado y son más malos que un dolor?". Y para mi decepción, el chico contestó "cuesta mucho sacar un superior. Son muchas horas y muchos sufrimientos. No veo bien que yo, que he pasado por ello, no tenga trabajo. Y otros que no tengan título, puedan trabajar". Todavía estoy en estado de shock.

A ver, yo soy Doña títulos. Esto es que tengo más que suficientes para trabajar en conservatorios, escuelas, institutos, etc. Sólo me falta el Master, y al tiempo. Pero precísamente por eso, sé que no garantizan prácticamente nada. Es cierto que al final voy a salir del Averno con la musicalidad en las venas, gracias a este magnífico profesor, clavecinista y organista al que voy a llamar San Pedro, para conservar su anonimato. Pero es una casualidad, prácticamente. También es cierto que desde que empecé a estudiar, he tenido, tanto en el Medio como en el Superior, unos profesores de armonía y análisis maravillosos,  y que sin ellos no sería la músico que hoy soy. Pero todo esto también es casualidad. Es decir, que conozco músicos que han tenido profesores desastrosos de armonía, y acaban la carrera sin saber enlazar dos acordes ni analizar una partitura. Y lo que es peor: han pasado, pero que mucho, de aprenderlo por su cuenta de forma particular. Este sí es el esfuerzo que creo que debe tener un buen maestro de música (o de lo que sea)y no el de "acabar el Superior" que decía mi compañero. No es tan importante que las horas de estudio que te llevan a comprender la música, sean en un Averno "oficial" o en tu casa, porque eres el sobrinísimo de Daniel Baremboim y te va a dar clases a tí solito. Lo importante es que sepas; para enseñar, hay que tener hambre de conocimientos. No parar de recibir influencias, ejemplos, cursos, etc. Y trabajar lo que por el motivo que sea, no tenemos claro. Mi punto flaco es la improvisación; y lo intento y busco libros con ejemplos. Y pruebo y practico, como la primera vista en su día, que también se me daba de pena. Y sigue sin ser mi mayor virtud, pero he mejorado y lo seguiré intentando.

En estos años en el Averno, aunque vivo feliz bajo la tutela de San Pedro y mis compañeros, los "antiguos", he escuchado chorradas como para escribir un libro. He escuchado que cambiar el piano por el clave (como opción oficial) es cambiar un tigre por un gatito; y esa misma gente me ha dicho "¿llevas clásico hasta en el coche?" refiriéndose a música clásica y con una mueca de asco como si hablasen de basura; he escuchado a gente del piano ver una partitura de órgano, que son la releche de difíciles con sus tres pautas y su línea en los pies decir "pues no te creas, que en el órgano ese hay algunas cosas dificilillas". Y mi compañero "antiguo", que es una máquina en el órgano, a punto de estallarle la venilla de la frente, porque él jamás pondría en duda la dificultad de tocar Liszt.

Tengo que decir, que estas sinrazones no tienen porqué llevar etiqueta. Tengo compañeros que son musicazos y tienen su título de piano pero han completado su formación fuera del Averno. Gente que entiende que el título es sólo un papel, que puede coincidir que en esos años aprendas en algunas asignaturas, y en otras no; pero no se han rendido. Lo que no les aportó el Averno, lo han buscado por su cuenta. No le tengo manía a ningún profesor de piano ni de ninguna otra área en el Averno. Incluso en otros centros, conozco profesores de piano que son sencillamente maravillosos. Pero en este Averno, ningún profesor de piano habla del sonido del instrumento, ni explica la técnica a nadie; y además ponen unas obras como si absolutamente todos los alumnos pudiesen acabar tocando lo más difícil de lo redifícil, pero sin exigirles que hagan música. A los alumnos ingenuos, hasta les convencen de que si tocan todos los estudios de Chopin si fallar una sola nota, se pueden dedicar a la vida concertística.

En fin, habrán más capítulos sobre el Averno. Sobre todo, para saber qué narices tiene que ver tener un título por tocar Chopin sin fallar una nota, con dar clases a niños que no saben qué pintan tocando Mozart con 8 años.

Muchos saludines
Srta Tecla

lunes, 8 de julio de 2013

La buena maestra

Buenos días

La reflexión de hoy es ni más ni menos esta: qué es, a mi entender, una buena maestra/o de piano (aplicable a cualquier instrumento, y en algunos casos, a cualquier maestra).

Pues bien, allá van los requisitos principales:
  • Adorar la profesión. Esto sé que parece obvio, y que es extensible a cualquier trabajo. El problema es que las escuelas y conservatorios están llenas de gente que no se puede dedicar profesionalmente a la música "activa" (tocar, dirigir, cantar, investigar, etc.) y decide que para ganarse el pan, no hay nada más accesible que dar clases. ERROR. Y de los gordos. Accesible es, desde luego; de esto ya despotricaré a lo bestia otro día. Los buenos maestros adoran dar clase tanto como a la música misma. Esto significa que deben necesitar algo de vida musical: escuchar mucha música, tocar, participar en cualquier formación musical, aprender nuevos instrumentos, o cualquier otra manera. Pero debe existir la misma necesidad por transmitir estos conocimientos. Encontrar auténtico placer en presentarle el instrumento a enanos nuevos, reencontrarse con otros y disfrutar con sus avances, y sufrir con las dificultades; NECESITAR ese contacto con los alumnos y con todo lo que conlleva la vida académica.
  • Dotes para la oratoria. Después de pasar por la diplomatura de magisterio, puedo afirmar que en esto, al menos donde yo estuve, se falla estrepitosamente. ¿Acaso no es obvio? un buen maestr@ debe saber explicarse, debe tener el don de la oratoria. Esto es innegociable. Hay que saber hilar un discurso decente. 
  • Cuestión de convencer. Ya sé que esto suena muy mal, pero es lo que hay. Un buen maestr@ debe convencer. Porque cualquier músico sabe que como en todo, aquí también hay días negros. Tocar un instrumento es prácticamente una forma de vida. Y todos los días no apetece tocar, ni se tiene la concentración en su sitio, ni la paciencia para resolver un pasaje o una cuestión técnica que parece imposible. Se necesita al lado una persona que te sepa convencer de que vale la pena la molestia, que trabajando todo se mejora y que hay que seguir. Ese es nuestro papel.
  • Ser buen músico. Este concepto es sencillo. Tener buen oído, y entender que debe ser una prioridad en la formación de nuevos músicos. Tener buen gusto musical y transmitirlo (escuchar versiones, compañeros, música en directo, y un largo etcétera). Querer aprender siempre de otros buenos músicos; la honestidad y la humildad son conceptos básicos para mejorar. Es más difícil de explicar que de sentir. Todos debemos ser capaces de distinguir a un buen músico.
  • Ser buen pianista. La madre del cordero. Nada que ver con ser un toca notas malabarista, tan habitual en el piano y el violín, por ejemplo. Saber qué movimiento se debe aprender para cada cuestión técnica. Saber cómo conseguir el control físico y mental necesario para tocar muy bien el instrumento. Esto hay que tenerlo muy claro para poder enseñar; no vale con tocar muy bien. Hay que saber qué se necesita para tocar así de bien.
  • Empatía. Lo que es ponerse en el lugar de los alumnos, vamos. Cada uno de nosotros puede tener unas facilidades "de serie" y también un talón de Aquiles, y no tiene por qué coincidir con las cualidades de nuestros alumnos. Puede que algo que veamos fácil, para ellos no lo sea o viceversa. A parte de esto, cada alumno tiene sus propias aspiraciones y la música forma un lugar distinto en la vida de cada uno de ellos.
  •  
    Y 20 cosas más que se os pueden ocurrir, en las que yo no caigo ahora mismo. En fin, que es una profesión muy compleja esta, y aunque cada maestrillo tiene su librillo, seguro que también teneis un orden de prioridades sobre lo que es más importante.
    Buen veranito
    Srta Tecla

sábado, 6 de julio de 2013

De audiciones y fin de curso...

¡Vuelvo a la carga!

Ya pasó el mes frenético del fin de curso, y toca reflexionar sobre un punto clave en la educación musical: las audiciones.
Sufrí en mis propias carnes, las consecuencias directas de profesores que apenas nos hacían tocar en público. Me ha costado muchos años y malas experiencias, aprender por mi cuenta a disfrutar de la música cuando alguien me escucha. Desde el primer momento tuve claro que a mis alumn@s no les pasaría. Es una parte fundamental para un músico el aprender a controlar nervios, aguantar la concentración, aprender a equivocarse y seguir, y un largo etcétera de cuestiones que sólo se practican tocando en directo. Vamos, que quiero que toquen en público, y cuanto más, mejor. Mi empeño es tal, que he conseguido que mis alumn@s hagan un total de 6 audiciones por curso.

Esto, en la vida real, supone mucho trabajo por mi parte y muchísimo por la de los pobres enanos que tienen que tocar...pero el resultado es muy positivo. Hacemos dos audiciones por trimestre, en dos escenarios diferentes. Los más pequeños pueden tocar lo mismo en las audiciones que coinciden en la misma semana. Los problemas no tardan en llegar; los más pequeñitos (este año eran de 4 añitos) se suelen asustar a la hora de subir. Los nuevos, por supuesto, también. Como el objetivo era que subiesen, se me ocurrió subirme con ellos y sentarme al ladito, para que se tranquilizasen. Hay algunos alumn@s ya mayorcitos que siguen necesitando que me suba...En este punto me preparo para recibir todo el aluvión de críticas imaginables, y me las puedo hacer yo sola: que si así no se acostumbran a tocar solos, que si las pruebas de acceso son con tribunal y solitos, y tal y pascual. Pero hace tiempo que aprendí a priorizar cuestiones: cada alumn@ es diferente. Hay enanos introvertidos que curiosamente, no me necesitan para salir a tocar; hay adolescentes de un pavo subidísimo que me dicen "o sea, si no te subes conmigo me requetemuero", y hay niños con situaciones particulares que necesitan un apoyo hoy para no necesitarlo mañana.

El caso es que ayer celebramos las audiciones para los que acababan el grado elemental. Estas las organiza la escuela, y tienen que tocar todos los niños, de cualquier instrumento, que hayan aprobado y vayan a pasar a grado medio. Como este curso es justo el 4º que estoy en el País Multicolor, son mis primeros enanos que han hecho todo el elemental conmigo. El resultado ha sido inmejorable. Eran dos preadolescentes histéricas de las que siempre dicen "lo voy a hacer fatal". Pero claro, llevan a las espaldas muchíííísimas audiciones, conmigo y sin mi en el escenario. Era su primera audición con otro público, no solo con los compañeros de piano, y tocando junto a alumnos que como mínimo, tenían su mismo nivel. El caso es que lo hicieron muy bien, aunque sufrieron más que en ninguna audición con la espera. Y me pusieron histérica, como solo ellas pueden hacerlo:
- Preadolescente Histérica 1 (PH1): Srta. Tecla (ST), ¿y si me dejas la tapa del piano bajada?
- PH2: A mí directamente me va a dar algo y no me voy a poder subir, te lo advierto...
- PH1: yo prefiero que estén todos hablando y no se me oiga. Súbete y cuenta un chiste o algo y mientras se ríen y hablan, yo toco
- ST (paciencia infinita, aún): tranquilas, chicas, que lo vais a hacer muy bien. Es normal tener algo de nervios, pero el trabajo ya está hecho y eso siempre está ahí...
- PH2: Sí, pues ya verás como a mí me sale peor que nunca. Me voy a equivocar, seguro
-ST (paciencia media): Y en el peor de los casos, si te equivocas en algo ¿qué pasa? ¿quién se muere? estais aquí para aprender a mantener la concentración, y si os equivocais, intentar controlar los nervios  y seguir como si tal cosa. La mayoría de gente ni se va a dar cuenta. Callaos ya y escuchad a vuestros compañeros...
- PH1: ¿hay que saludar? nadie está saludando
- PH2: yo no saludo, que me pongo nerviosa
- ST (paciencia a tomar por saco): ¡pero si saludais absolutamente en todas las audiciones! saludais y punto, antes de empezar y al terminar, como llevais haciendo 4 años. ¡Eso faltaría!
( En ese momento y como siempre, falta algún alumno y el programa sigue con el siguiente de la lista)
- PH1 (que es la que tocaba primero, se gira y me mira con cara de terror total): ay, ay, que ya empiezan a faltar, y que esto no es justo, porque ahora voy a tener que tocar antes, y que a mí esto me pone más nerviosa, y que si falta otro más, yo no salgo
- PH2: Ah, pues si ella no sale, yo tampoco...
- ST (al borde de la desesperación, manteniendo el tono calmado pero con ojos de sádica asesina): claro que vais a salir. Además, te quedan aún 5 alumnos por delante, y has escuchado a 10. Creo que has tenido tiempo de sobra para mentalizarte. Y os callais, o salgo ahí y digo que vais a tocar YA.
( Pasan los demás, y le toca a PH1. Sube con cara de pavor, pero empieza un arreglo de J.Bastien del Liebestraum de Liszt y se oye un "qué bonito" general entre el público. Lo empieza genial, con un sonido precioso, y una musicalidad más que decente para su nivel. Hasta el resto del profesorado me comenta lo bonito que está tocando. Se equivoca en una sóla nota, cosa que es casi un milagro, porque se suele equivocar mucho más. Pero sigue, e incluso se crece en la reexposición del final. Saluda, y se baja aún nerviosa. Se gira para mirarme, con la lagrimilla a punto de salir...)
-PH1:¿ves? ¡me he equivocado! ¡lo sabía!
-ST: te ha salido...
- Otro profesor: ¡pero si lo has hecho superbien! y era muy bonito lo que has tocado
- Otro alumno de flauta: a mi ha sido lo que más me ha gustado de todo lo que llevamos de audición
- Otro alumno de clarinete: dime como se llama, que yo también la quiero tocar...
- PH2: No te quejes, anda, que te ha salido superbien y tu dirás que te has equivocado, pero no se ha notado nada. A mí si que me va a salir mal, y encima me han puesto la última...
(Eso digo yo, ¿para qué narices la ponen la última? la audición duró 1h y 30 min. de interminables pucheros. Se subió y saludó porque estaban amenazadas de muerte y empezó un arreglo de la Danza Húngara Nº5 de Brahms. Al igual que con PH1, la gente conocía lo que estaba sonando, y les gustó mucho. Como era más rápida y con los nervios iba más rápida aún, tuvo algunos tropiezos pero salió muy bien del paso. Saluda con los aplausos, y vuelta a empezar)
- PH1: ¡te ha salido superbien! ¡mejor que nunca!
- PH2: jijiji, que va, tonta, a tí si que te ha salido bien, jijiji, y estaba supernerviosa, tía, jijiji...
- PH1: ¿me has grabado? yo a tí sí, luego lo colgamos en facebook, y que nos vean, que ha salido super guay...

Y empiezan a hablar con todos, riéndose, de lo nerviosas que estaban y regodeándose en el "pero qué bien lo habéis hecho" que todos les decían.
Agotador, hasta decir basta.

Y como esto de las audiciones da para mucho, ya habrá una segunda entrega...

Saludos
Srta Tecla